No hay agricultor de nuestro rincón de Tierras Altas que por estas fechas sabiendo del interés que tenemos por las aves no tenga alguna anécdota que contarnos de la abundancia de «águilas» que rodean a las cosechadoras en estos tiempos frenéticos de la siega y el empaquetado de la paja. Todo este ajetreo final del ciclo agrícola hace que nuestra salidas al campo sigan el ritmo de los animales y de la cosecha.
Es por finales de julio cuando en las zonas más altas de la sierra comienza la cosecha, el pistoletazo de salida para la aparición de una serie de rapaces que, atraídas por el alimento fácil que va dejando la maquinaria agrícola, llena los tendidos, los cables y los cielos más próximos a la piezas de labor. El alimento que consiguen en su mayoría son roedores como los topillos campesinos, ayudando así a combatir las temidas plagas de estos pequeños animales.
Los primeros en aparecer en gran cantidad son los busardos ratoneros y los cernícalos. Apenas unas pocas parejas crían en estos entornos del río Baos pero en estas fechas su número se multiplica considerablemente. Los ratoneros no son águilas aunque parezcan grandes y se distinguen mejor por sus pacientes esperas en un cable de la luz o tendido oteando los rastrojos hasta que ven a los pequeños roedores. De menor tamaño son los cernícalos, que tienen una técnica diferente cerniéndose como su nombre indica para obtener las mismas presas que los anteriores, aunque tampoco es raro verlos posados en cables y tendidos.
Otras aves que completan el paisaje agostado de nuestros campos son los aguiluchos, principalmente el lagunero y el cenizo. Estas magníficas rapaces además de aprovechar el paso de las cosechadores para alimentarse, muchas veces son a su vez presa de las cuchillas de sus rejas, ya que, al criar entre el propio cereal, en algunas zonas de siega temprana no les da tiempos a que sus pollos crezcan lo suficiente para poder salir de los nidos que, como decimos, hacen en el suelo dentro de los campos de trigo y cebada.
Y por último como oportunistas que son, no faltan los milanos reales y negros. Si nos fijamos detenidamente son los que más se acercan al paso de las máquinas en plena actividad cosechera, pues son ágiles y rápidos, controlando perfectamente la situación y los movimientos de los roedores que huyen de la cosechadora.
En definitiva, agosto y la cosecha es sinónimo en la sierra de una intensa y espectacular actividad ornitológica vinculada a las aves rapaces. Estas pequeñas maravillas de la naturaleza han sabido adaptarse a nuestros tiempos en los que la maquinaria pesada ha sustituido a la reja y la hoz, convirtiéndose en eficaces colaboradoras del equilibrio ecológico por el control que ejercen para evitar un exceso de topillos. Estampas diurnas de los veranos serranos que, mientras se sigan produciendo, serán un buen síntoma de la salud de nuestros campos.
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